Esta mañana he tenido que ir a la administración pública para hacer un papeleo...me ha recibido una funcionaria. No me dijo buenos días, no me invitó a sentarme y, ni siquiera, me preguntó que quería. Tenía un peinado horrible, un voz aguardentosa, una vestimenta infame, un rictus en la comisura de los labios que delataba lo cansada que estaba de su trabajo rutinario y, por último, sí, lo has adivinado, tampoco era simpática.
Le hice algunas preguntas con suma educación, intentando ser breve y no ocuparle demasiado tiempo. Su trato fue deleznable, y aunque podía notar la ira haciéndose poderosa en el interior de mi estómago, me contuve y opté por irme.
Antes de salir, eché un último vistazo a la funcionaria de los cojones y se me ocurrió una última pregunta que, reconozco, no tuve el valor de hacer. La pregunta en cuestión era "Disculpe, ¿es usted un hombre, no?
Esta entrada es mi dulce venganza.